LA PRÁCTICA DE LA BONDAD

Vivimos en un mundo en el cual lo normal pareciera ser competir y destacar por encima de nuestros semejantes. En la educación de hogar, escolar e incluso en los medios, se promueve el egoísmo y se subordinan los valores morales. A este ritmo, viviremos en una sociedad paranoide, maliciosa y violenta y deshumanizada. En el mundo empresarial y en los gremios no es diferente. Allí resultan normales las zancadillas y los enfrentamientos entre pares.

Esta creciente modalidad Yoísta, hace difíciles la comunicación sincera, la colaboración y la empatía. Solo unos pocos soñadores han elegido convertir en parte activa de sus vidas, la práctica de la bondad.

La bondad es, en esencia la disposición voluntaria y consciente de hacer el bien. La persona bondadosa es aquella que mira más allá de sus intereses egoístas y piensa que los demás también importan y cuentan, que dar, apoyar o colaborar con los más desafortunados o débiles es necesario, aconsejable, deseable.

Desde hace más de 5000 años todas las religiones y disciplinas espirituales privilegian la práctica de la bondad. Para el Hinduismo: «El deber supremo es no hacer a los demás lo que te causa dolor cuando te lo hacen a ti». Buda advirtió sobre los males del egoísmo y la necesidad de practicar una sincera bondad para mejorar la vida, y aconsejó a sus seguidores ser rectos, gentiles, humildes, pacíficos y calmados, irradiar amistad y librarse del odio y la mala voluntad, para lograr, según decía, que todos los seres, sin excepción, vivieran felices y en paz.

El sabio Confucio pensaba que la benevolencia máxima consiste en “no hacer a los demás lo que no quieras que te hagan a ti» y el judaísmo enseña: «Lo que para ti es odioso, no lo hagas a tu prójimo”. Para el Islam: «Ninguno es creyente si no ama a su hermano como a sí mismo», y el Cristianismo nos recuerda que “no debemos buscar tan sólo nuestro propio bien, sino también el bien de los demás” (Corintios).

Es importante destacar, que en este ejercicio de conexión amorosa con los otros, nuestra manifestaciones de bondad deben ser sinceras y no una simulación teatral con fines utilitarios, pues como dijo Cicerón: “Si hacemos el bien por interés, seremos astutos, pero nunca buenos”.

Activemos la consciencia. Pensemos que armonizados, viviendo por encima del ego, somos más eficaces y más felices. La vida es mejor cuando nos respetamos y nos apoyamos mutuamente. ¿Es una utopía? Pues prefiero apostar a eso, y no conformarme viviendo una vida mediocre plagada de sufrimientos. Creo, como ha dicho Zig Ziglar, que ”el Señor nos diseñó para vivir como equipo”. Gracias por leerme.

Renny Yagosesky es Ph.D y MSc. en Psicología, Conferencista y Escritor.
Nota: Si va a citar parcial o totalmente este artículo, recuerde incluir el autor y la fuente.

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