EL EGOCENTRISMO

Dr. Renny Yagosesky

Los seres humanos vivimos en un mundo de relaciones permanentes. Funcionamos a través de reglas y normas socialmente establecidas, y en contextos diversos en los que el vínculo humano es fundamental. La pareja, la familia, el trabajo y la escuela, son algunos de los espacios donde nos desarrollamos como seres sociales.

A pesar de la obvia necesidad que tenemos de convivir armoniosamente para sentirnos bien y para lograr objetivos de beneficio común, resulta preocupante que el mundo se desgasta en una maraña de conflictos que derivan en su alta mayoría de una tendencia actitudinal, una disposición humana y destructiva, que impide la integración y sus beneficios: me refiero al egocentrismo.

El egocentrismo es una forma de pensar y vivir, basada en la exaltación de la propia personalidad, la necesidad y búsqueda de ser centro de la atención, que viene acompañada de cierta indiferencia ante los deseos, intereses y necesidades e intereses de los demás.

Esta tendencia autocentrada, tiene componentes innatos y otros aprendidos socialmente. Y para comprender mejor su funcionamiento, he desarrollado un modelo de actitudes que que se caracteriza por cuarto tendencias: el egoísmo, el hedonismo, la arrogancia y la recursividad.

El egoísmo es un enfoque hiper enfocado en el «Yo», en el mapa reducido de «esto es mío» o «primero yo». El hedonismo prioriza el placer por encima de las metas y los valores, hacer lo que nos compace y evitar lo que no nos complace. La arrogancia es un espejismo de falsa superioridad. Y la recursividad es la tendencia circular y sesgada de querer darse la razón, incluso en contra de las evidencias objetivas o empíricas.

Para el Lama Lobsang Tsultrim, «el egocentrismo es la puerta principal hacia todas las insatisfacciones y sufrimientos del ser humano, pues se basa en la autosatisfacción, limita la conciencia e impide alcanzar la evolución espiritual”. Afirma el monje que es como un ladrón que roba nuestras mejores cualidades, como un fantasma que causa aflicción, infelicidad, miedo, orgullo y odio.

El egocéntrico está aferrado a su sentido de identidad y de importancia, ve la vida de manera parcial y divide todo entre bueno o malo, agradable o desagradable. Además,  espera reconocimiento constante y se relaciona con las personas de manera pragmática y utilitaria.

Desde esta posición mental es fácil olvidar que todos somos producto de nuestras relaciones con las demás personas; que mucho de lo que sabemos y hacemos lo aprendimos de otros; que lo que comemos o vestimos nos llega a través de manos foráneas; que alguien nos ayudó a hablar, a caminar, a leer, a escribir. que los demás importan mucho.

Para superar el egocentrismo, es necesario aprender a observarse y detectar los patrones egoístas que exacerban el “yo» y  reducen el “nosotros”. Se requiere, además, desarrollar una mentalidad amplia, global, holística, que nos permita entender que todos estamos relacionados y que nadie tieneuna existencia individual o aislada, que nadie es  autosuficiente, pues en alguna medida todos dependemos de otros y aprendemos de todos.

Es necesario valorar a los demás, descubrir lo mucho que nos aportan y vivir desde una óptica más humilde. Conviene recordar, como dijo Sai Baba, que «con el paso de los años toda la fortaleza de hoy se extinguirá, y llegada la vejez, nos tocará depender de los demás.»

También podemos nuestra mente, reeducarla e inculcarle nuevos valores para que, produzca nuevos pensamientos y nuevas emociones. ¿Hasta qué punto vale la pena arrollar a otros, para alcanzar una pequeña cuota de placer, poder y prestigio pasajeros?

Otro modo de trascender el egocentrismo consiste en expandir nuestros requisitos de inclusión y levantar las barreras que impiden que nos acerquemos a las personas que piensan, sienten o actúan diferente.

También podemos recordar los momentos en los que estuvimos mal, enfermos, solos o desempleados, y pensar en lo que otros hicieron para acompañarnos, consolarnos, comprendernos o ayudarnos en distintas formas.

Incluso, es posible hacer un inventario de las ventajas o habilidades de los demás, en contraste con nuestros defectos o incapacidades. Así, desplegamos una mirada más equilibrada, humilde y justa que beneficia los vínculos y los hace más espirituales y productivos.

Aclaremos que no se trata de renunciar a nuestra personalidad o a la autenticidad que nos caracteriza. Se trata de ser personas más justas, flexibles y nobles, pues sin una adecuada valoración de la pareja, la familia, los amigos, los vecinos y los compañeros de estudio o trabajo, nuestra vida sería emocionalmente pobre.

Pensemos en estas ideas. Somos lo que somos gracias a otros. Tenemos defectos y necesitamos a los demás. No somos superiores a los otros, sino más bien diferentes. Este nuevo marco de ideas, generará mejores modos de mirar y tratar a nuestros semejantes y pondrá barreras al desbordamiento del egocentrismo. Gracias por leerme. T

El Dr. Renny Yagosesky es Ph.D y MSc. en Psicología, Lic en Comunicación Social, Conferencista y Escritor

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