CÓMO ROMPER MALAS RELACIONES

Algo que sabemos y aceptamos es que la sociedad nace de la familia y ésta de la pareja. Por ley de vida, nos vinculamos en dúo y elegimos amarnos convivir y procrear. Ciertas relaciones nos resultan nutritivas y satisfactorias, y otras tan confusas y frustrantes que preferimos para bien decir adiós. Aunque este proceso suele ser desagradable, debemos soltar lo que es viciado e irrecuperable, para reencontrar nuestro equilibrio, solos o junto a una persona más adecuada.

Podemos separarnos de alguien con quien compartimos familia, bienes, planes, tiempo, espacio y afecto por varias razones: desamor, incompatibilidad, desconfianza, incomunicación y aburrimiento, entre otras. Es común que la pareja se derrumbe cuando ha muerto la pasión, cuando la intimidad emocional se ha roto o cuando se marchita el compromiso de seguir un proyecto común. En ocasiones, factores externos como parientes, ambientes o pobreza pueden ser detonantes de peso en la ruptura conyugal.

¿Qué hacer cuando llega el momento del adiós, especialmente cuando uno de los miembros de la pareja desea separarse y el otro insiste en no aceptar la decisión? Lo primero que debemos establecer es la necesidad de actuar como adultos y no echar nuestra vida sobre los hombros de los demás. La persona de mentalidad madura, puede entender que todo individuo tiene derecho a cambiar de deseos, de necesidades, opiniones o de intereses, sin que deba ser por ello tratado como malvado o criminal. Nadie está obligado a satisfacer las expectativas de los demás, y las promesas no siempre pueden cumplirse, si a cambio debemos pagar el precio de la infelicidad o la desgracia. Cada persona, sana y en sus cabales debe ser responsable de su vida, y el juego de chantajear a otro para que viva como no desea o con quien no desea es francamente infantil y en ocasiones hasta repugnante.

Si comparte usted una relación que ya no funciona o su pareja dice que desea irse; si ya lo han discutido, han buscado ayuda, y resulta evidente que no hay nada más que hacer, existen algunos consejos que pueden ayudar a cruzar el puente del adiós, con menos dolor y sufrimiento.

En primer lugar acepte usted la situación sin negarla o evadirla. Las cosas son como son y no como nos hubiese gustado que fueran. Acepte lo obvio y podrá entonces elegir hacer algo al respecto.

Asuma las responsabilidades que le toquen en la situación y en la decisión. Jugar a víctima y actuar como el bueno de la película es injusto y tonto. Dígase las verdades sin exagerar ni ocultar, sin olvidar que todos cometemos errores, que las cosas pasan con el tiempo y que todo nos deja un aprendizaje si deseamos y sabemos verlo.

Romper una relación, sinceramente, implica abandonar la costumbre de discutir y polemizar, pues esta es una forma de mostrar interés en la otra persona y de enviarle el mensaje de que si cambiara las cosas serían distintas. Uno no pele por el precio de un producto que no le interesa. Mientras se empeñe en reñir revela interés en el otro y además lo confunde. No se incomunique, pero tampoco ataque al otro ni discuta, pues quien nos dedica tiempo y energía nos dice que le importamos. No amenace, no jure, no maldiga, cuando la rabia aparezca por su mente. Tenga dignidad, suelte y aprenda a continuar. Nadie debe empeñarse en estar donde ya no es bien recibido.

No actúe como la madre o el padre de su pareja. En las rupturas son típicas la manipulaciones de “me voy a morir”, “que voy a hacer son ti” y “eres mi vida”. Esto es producto del miedo a enfrentar el vacío, el cambio y la soledad. Si trata a su pareja como si fuera un niño, la relación no terminará.

El sexo une a muchas parejas que ya se han dicho adiós, que no viven juntos o que han comenzado otras relaciones. La gratificación, la costumbre o la afinidad alcanzada en el ámbito sexual, puede mantenernos anclados por años a una situación indefinida, confusa y frustrante. La solución, que a pocos gusta, es ¡cero sexo! Si cree que debe retirarse hágalo en serio, y evítese los malos ratos que vienen después de un encuentro fugaz de desahogo. Seducir al ex o aceptar la seducción envía un fuerte mensaje de interés. Frases como: “Esta es la última vez”, “es la despedida”, son autoengaños frecuentes que deben superarse. Canalizar la energía hacia actividades recreativas o deportes, dedicarse a una vida menos física y más espiritual, e incluso acudir a la masturbación moderada, ha ayudado a muchos a romper las cadenas del hábito sexual con sus amores anteriores. Salir sexualmente con personas nuevas para “liberarse”, es recomendable únicamente si no choca con sus valores y se siente en disposición de manejar las consecuencias.

Tras las separaciones, surgen duelos, soledades y recuerdos que nos impulsan a cometer locuras, a arrepentirnos y a volver. Tenga a manos un plan cuando esto suceda, y apóyese en amigos y familiares para evitar la reincidencia. No se dé excusas tontas como ir a ver al perro, buscar un par de libros o saludar a un familiar de su ex. El resultado, si este es un acto de la desesperación, será que volverá a abrir la puerta del sufrimiento. No se engañe. Enfrente la soledad y el temor, y pronto serán también parte del pasado.

Tómese unos días de revisión interna y rescate de su autoestima; pregúntese que está haciendo por usted, mímese, quiérase, diviértase, pero no en lugares que visitaba con su pareja. Haga planes individuales, viva una vida de persona autónoma, no indague sobre la vida de su ex-pareja, no lance comentarios negativos sobre sus intimidades, no revele los secretos que le confiaron, renuncie a venganzas y perdone agravios, si es que desea continuar adelante en paz y armonía.

Un aspecto verdaderamente esencial es poner distancia entre ambos. Esto implica no jugar el “somos amigos”, y tener el valor de dejar de verse y de hablarse hasta que el contacto deje de ser doloroso. En ocasiones tendrá que cambiar de trabajo o mudarse si es la única puerta de salida.

Cuide su relación, ame, respete los acuerdos y entregue lo mejor. Si le llega el momento de una despedida, siga al pie de la letra estos consejos y se ahorrará usted muchas horas de pena y amargura. Gracias por leerme.

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