En relación con los logros, con nuestro deseo de tener éxito y evolucionar, podría decirse que las personas tenemos dos maneras de vivir: enfocados en metas o desenfocados e improvisando la vida.
Las metas son esos resultados que deseamos lograr en un plazo determinado, y que consideramos importantes para elevar la calidad de nuestra vida. Proponerse metas significa detenerse a pensar en lo que queremos o requerimos, eso que necesitamos y eso que deseamos. Entendiendo siempre, que poco se logra con querer y definir sin trabajar para lograrlo.
El drama local, una sobra con la que tropezamos en este asunto, es que nuestra cultura, los patrones mentales, emocionales y conductuales que hemos aprendido, distan mucho de contribuir con ese esquema que apunta al orden, a la disciplina, a la excelencia.
Con frecuencia escuchamos decir que “no somos suizos”. La frase intenta, por vía de la comparación jocosa, deja claro que poco tenemos que ver con los modos típicos de esa tierra que es el segundo destino más codiciado por los ejecutivos, según varias encuestas realizadas entre 2013 y 2014.
Aunque no seamos suizos, alemanes o japoneses, lo cierto es que basta un poco de autoestima para entender que debemos trascender nuestros errores, defectos y pecados, para avanzar hacia lo que nos mejore, y en esa lista debemos colocar vivir con metas.
Para aquellos que se preguntan por qué vivir con metas, propongo unos pocos argumentos. Porque vivir con metas:
- Muestra un futuro posible y nos invita a mejorar nuestra situación actual y a abrir el abanico de las ilusiones de superación.
- Define el rumbo de nuestras acciones y nos permite enfocarnos en las acciones correctas que son coherentes con lo que se desea lograr. Además, evita que nos dispersemos en lo que no nos aporta.
- Permite elegir y orientar los recursos, de modo que la energía, el tiempo y el dinero vaya a las prioridades y se vea favorecida la eficiencia.
- Permite controlar, revisar si lo que estamos haciendo es congruente con lo que habíamos planificado hacer y lograr.
Como todo lo que implica disciplina y perseverancia, el tema de las metas encuentra rápida y repetida resistencia. Muchos ven la planeación de metas como un chaleco apretado, como una amenaza que ata manos y corta alas. Y no como una acción inteligente que contribuye al éxito. De hecho, cuando los que se oponen al rigor de dibujar un croquis con metas ven a alguien enfocado en esclarecer lo que quieren en áreas como trabajo, estudio, salud o relaciones, hacen campaña, se tornan obstructivos y despliegan los mecanismos del “buying”, los llaman “rígidos”, “presos”, “sometidos” y toda suerte de calificativos típicos de quienes no saben respetar la diversidad. Aplica aquí la frase del destacado filósofo argentino José Ingenieros: “no comprende el estéril cuando trabaja el fecundo”.
Cada uno puede escribir buena parte de su historia, pues no todo está predefinido por la genética o por la cultura. Basta con entender que los pensamientos y las conductas se hacen hábito y que esos hábitos terminan crear destino. Pensemos que podemos elegir ser desordenados e improvisados o retar los antecedentes del entorno y el mal ejemplo de algunos líderes, para entrar en un nuevo formato, claramente más productivo, apoyados en la consciencia y en la voluntad,
Definamos metas, establezcamos prioridades, evitemos vivir en el autosabotaje, apuntemos a la excelencia y hagamos buenas la palabra de Bryan Tracy: “Una persona promedio con talento promedio, ambición y educación, puede superar al más brillante genio de nuestra sociedad, si tiene metas claras y definidas”. Gracias por leerme.
El Dr. Renny Yagosesky es Ph.D y MSc. en Psicología
Lic. En Comunicación Social y autor de 6 libros de Superación Personal.
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