LA PAZ MENTAL

Dr. Renny Yagosesky

Si no todos, la alta mayoría de las personas claman por vivir una vida calmada y apacible, por encontrar equilibrio y armonía, por recuperar la paz mental. Esto es perfectamente posible para aquellos que están decididos y dispuestos a lograrlo, y a dejar de lado las excusas y las justificaciones.

Para los efectos de este escrito, definiré paz mental como “un estado interior más o menos estable, en el que se experimentan serenidad y sosiego, independientemente de los eventos que ocurran a nuestro alrededor.

La paz mental no es un regalo, sino una conquista de las personas que son capaces de aprender a conocer y dominar su mente, que es, como decía Buda, el centro de todos nuestros problemas.

Conocer la mente significa comprender que es un mecanismo dinámico e hiperactivo que nunca deja de emitir pensamientos, que compara y juzga, que se dispersa y salta de un lugar a otro, que va al pasado va al futuro, en un flujo caótico que afecta nuestras emociones, conductas y por ende resultados de vida.

Dominar la mente significa ponerla al servicio de nuestra voluntad y nuestros propósitos, en vez de ser controlados por ella, muchas veces sin notarlo. Como señaló Gurdjieff: “El problema no es estar dormidos, sino estarlo y no darse cuenta».

Cuando se vive sin paz mental, cada día es un potencial laberinto, un enredo de deseos contradictorios, un mar de confusiones,  ansiedades y culpas, que terminan por llevarnos a la crisis, el conflicto y la enfermedad

Hay varias medidas concretas que podemos comenzar a implementar, para poner las cosas en orden para que nuestra mente se convierta en un aliado en el camino hacia la paz mental. Y el primer paso, es  comprender  que

Acepte la responsabilidad: Crear paz interior es un trabajo personal que demanda determinación, seriedad y constancia.

Practique el silencio: En lugar de pasarse todo el día hablando, intente reducir la expresión verbal a un mínimo necesario. No hable sólo por hablar, sino cuando sea útil. Vale recordar aquella premisa budista que sugería que si las palabras que se van a expresar no son mejores que el silencio, entonces lo preferible sería callar. Ese silencio gradual le ahorrará energía y comenzará a abonar el terreno para una mayor tranquilidad interior.

Cuide sus interpretaciones: Hace casi 2.000 años, el sabio Epícteto nos ensañaba dos grandes verdades: Que las personas no se alteran por los hechos, sino por lo que piensan acerca de estos; y que la felicidad sólo puede llegar cuando aceptamos aquello que no nos resulta posible modificar. Cada malestar emocional suele estar asociado con un esquema de pensamiento, con ideas exigentes sobre cómo el mundo debería actuar o como las personas deberían ser. El asunto aquí es darse cuenta, que una cosa es lo que curre, un hecho o un evento, y otra distinta lo que cada persona percibe, aprecia, valora o interpreta acerca de ese evento. Por eso una misma situación puede tener diversas interpretaciones. Reduzca sus interpretaciones, cíñase a los hechos, evite la parcialización y el prejuicio. Así vivirá con menos tensión y menos desgaste emocional.


Relájese:
Así como la mente influye en el cuerpo, también el cuerpo puede influir en la mente. Si mantiene usted su cuerpo relajado, ayudará a establecer la paz en su mente. Respire profundo varias veces al día, y tómese unos minutos dos veces por día para relajarse y alejar los pensamientos.

Busque ambientes tranquilos: Los ambientes nos influyen de una manera notable. Vivir o frecuentar ambientes tranquilos, preferiblemente natural, crea un factor de contagio que nos comunica lo fresco y apacible de la naturaleza. Aléjese de vez en cuando de la “selva de concreto” en busca de calma.

Simplifique su vida: Estamos acostumbrados a la acción. Cuando no hay deberes que realizar, algunos experimentan malestar y ansiedad. Aprenda a disfrutar de la contemplación, de no hacer nada. Deseche la costumbre de comprometerse a numerosas actividades que no le son indispensables. Deje que cada persona atienda su vida y sus deberes. Simplifique su vida.

Sea auténtico: Es terrible pasarse la vida fingiendo y siendo inauténtico. Diga no si quiere decir no, y hágalo amablemente. Sea adulto, asuma lo que usted es, vida de acuerdo con eso y todo cambiará.

Suelte el control: El afán de control nos roba la paz. Además, el control es una ilusión. Cada persona actúa según sus necesidades y deseos, y lo más que hacen es adaptarse a otros, temporalmente. Los gatos no se convierten en perros. Así que deje de controlar y dominar, y reducirá los conflictos y su paz retornará. Viva y deje vivir.

Practique la neutralidad: Es cierto a muchos les gusta pensar que sus opiniones son las más acertadas. Deseamos tener razón en todo, pero olvidamos hay muchos factores involucrados en cada situación. Dice el sabio Nisargadatta, que todo es causa de todo y que nadie es responsable único de ninguna acción. Si esto es así, y creo que lo es, lo mejor es no fanatizarse con ninguna opción. Incluso, a veces, lo más recomendable podría ser, hacer lo que sugería el gran sabio Sosan: “No elijas”.

Descanse: Después de trabajar, es necesario descansar. Tómese tiempo para dormir, para estar a solas y pasar un rato tranquilo. Instaure esta práctica cada vez más y haga del reposo un amigo.

Si está listo para dejar las excusas y abandonar la adicción a la adrenalina, tome usted estas sugerencias querido lector y practique hasta acostumbrarse a esta nueva manera de vivir. Pronto notará que una llovizna de paz recorre su mente y ya nunca más querrá volver al centro del tornado. Gracias por leerme.

Renny Yagosesky es Ph.D y MSc. en Psicología, Conferencista y Escritor.
Nota: Si va a citar parcial o totalmente este artículo, recuerde incluir el autor y la fuente.

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