LA MALA INTENCION


Dr. Renny Yagosesky

Aunque a simple vista no lo parezca, todo lo que pensamos y hacemos lleva consigo determinada intención. Esperamos obtener resultados de cada iniciativa y cada conducta desplegada. Sin embargo, en muchas ocasiones puede ocurrir que nuestras acciones sean motivadas por bajos instintos, por emociones limitantes, malsanos o innobles. Digamos que podemos actuar desde la mala intención.

Siempre se ha discutido acerca de si esos impulsos oscuros y destructivos son derivados de la biología, si vienen en nuestro equipaje genético, inscritos en el ADN, o si son producto de experiencias de frustración, invalidación, desamparo, rechazo o fracaso que afectaron la autoestima ay ahora buscan afuera una compensación malsana.

De hecho, Robert Sapolsky, neurólogo de Stanford, USA, ha señalado que cuando estamos bajo estrés sostenido y nos sentimos frustrados, nos desquitamos con otros que vemos como más débiles o que están en una escala social más baja. Algo similar ha escrito Walter Riso: “cuando estamos heridos, ya no importa quién nos lo hizo, sino quien nos lo pague”. Para para Dale Carnegie, conocido experto en relaciones humanas, “cuando somos felices, somos buenos, pero cuando somos infelices somos malos. “y en palabras de Don Miguel Ruiz: «Ver que alguien se sienta tan mal como nosotros, nos hace sentir mejor».

Por su parte, Alfred Adler, destacado psicoterapeuta de origen austríaco, afirmaba que en la infancia acumulamos gran cantidad de frustración y decepción y que esa información la procesábamos de una manera buena, desarrollándonos y valiéndonos de nuestros mejores recursos, o convirtiéndonos en maltratadores asiduos y dañando a otros.

La mala intención destruye reputaciones, genera enfermedades, arruina relaciones y acaba fortunas. Puede devastar como la erupción de un volcán y llevarse por delante años, décadas y siglos de belleza y armonía. La culpabilización, la intimidación, el chisme, la envidia, la venganza y la calumnia, son algunos de los feos rostro de la mala fe, reflejos de nuestra ira y nuestro malestar.

El asunto es que podemos dejarnos llevar por las emociones y saltarnos las barreras éticas y morales, y proceder como desalmados, incluso sabiendo que nuestro comportamiento causa daño, pues siempre será posible justificarlo con “razones”, como: “es una mala persona”, “otros han hecho cosas peores”, “se lo merecía” o “solo intentaba ayudar.”

Así que debemos cuidarnos de no llegar a ese punto de impulsividad sin freno, de resentimiento existencial o de pobreza de alma. Venzamos ese deseo bajo que Eckhart Tolle ha denominado “el cuerpo del dolor”.

Para hacerlo, para superarnos, debemos eliminar las creencias, excusas o justificaciones que nos impulsan a lastimar a los demás. Asimismo, debemos sustituir las ideas de ataque al prójimo por ideas de tolerancia, negociación, aceptación e incluso compasión. Así debe ser, pues la conducta de cada persona tiene muchas causas y no una sola. No es reducible a “él/ella malo/a y yo bueno/a”.

En realidad, es un tema más complejo y, aunque no lo parezca, cada uno lo hace lo mejor que puede con lo mejor que tiene. Y porque dañar a otros es crearnos también malas consecuencias. Ya decía Facundo Cabral, que “el golpe que propinamos a otro en el rostro, da la vuelta al mundo y retorna directo hacia nuestra mejilla. Por eso, si te daño, me daño y reflejo desamor por mí mismo.” Y no pueden ser más acertadas las palabras de Confucio, el sabio chino: “Antes de empezar un viaje de venganza, cava dos tumbas

Pensemos que no podemos construir nuestra alegría, a costa del sufrimiento ajeno. Si lo decidimos, podemos vivir de un modo menos doloroso, más ecológico. Trabajemos en crear y sostener pensamientos positivos y emociones gratificantes para poder vivir una vida más alegre, armónica y productiva. Se puede, si hacemos el esfuerzo de modificar la manera de vernos a nosotros y a quienes nos rodean.

El Dr. Renny Yagosesky es Ph. D y MSc. en Psicología, Conferencista Internacional y Escritor de libros de Superación Personal y Psicología Aplicada.

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