En las relaciones interpersonales, existen diferentes grados o niveles de comunicación, que tienen que ver con la honestidad o la profundidad con la que asumimos los vínculos cotidianos. Podemos desplegar relaciones superficiales de poca trascendencia y bajo compromiso, o lograr un contacto emocional profundo y honesto que nos vincule estrechamente con el mundo más significativo de quienes nos rodean.
En las parejas y familias, la comunicación suele ser una clave a veces subestimada u olvidada, pese a que expresarnos y decirlo que queremos o rechazamos es la ruta para el entendimiento. Asimismo, no comunicarse abre la puerta a los conflictos. Las expectativas no comunicadas, los acuerdos a los que no se llegaron, aquello que se adivinó y nunca se conversó claramente, figuran como razones de múltiples inconvenientes interpersonales.
La solución a este problema puede encontrarse en la capacidad para crear “intimidad emocional”. La intimidad emocional es un proceso de acercamiento entre dos personas, caracterizado demostraciones de apertura, espontaneidad, respeto, confianza, honestidad, igualdad y vulnerabilidad, entre otros. Es un tipo de vínculo sin “caretas”, en el que vamos más allá de los roles sociales y nos integramos responsablemente con el mundo emocional del otro, permitiendo el contacto entre las dos individuales. El resultado es compartir, crecer y aprender algo valioso.
Se sabe que hombres y mujeres tienden a reaccionar de maneras distintas, y en lo emocional no es para nada diferente. Mientras que la mujer asume los acercamientos profundos como algo obvio, agradable y necesario, los miembros del sexo masculino lo ven como peligroso, intimidante y debilitador. En parte, nuestra cultura tiene que ver con esto ya que no da valor trascendental a los vínculos abiertos y francos.
No debemos olvidar que en sociedades como la nuestra, el hombre ha sido condicionado a mostrarse fuerte, competitivo, independiente y productivo, para lo cual debe reprimir las llamadas “cualidades femeninas”: paciencia, ternura, receptividad, cooperación, sensibilidad y expresividad emocional. Quizás por eso hay tantos varones frustrados, enfermos y reprimidos que sabotean sus relaciones y no se adaptan a cambios saludables generados por la expresión sincera del amor, por la cooperación y por la unificación.
El hombre suele relacionar intimidad con sexo; la mujer, con estabilidad en la relación. Ella busca el compromiso antes que la relación física, y él ansía contacto carnal y la amistad no comprometida. Dos mundos que tendrán que aprender a conocerse, comprenderse e integrarse, a fin de detener una ola creciente de divorcios que parece ser indetenible.
Lo contrario de intimidad emocional es aislamiento emocional: soledad, inexpresión, bloqueo. Una soledad que surge del temor a la traición, al rechazo o a depender emocionalmente de alguien.
En el camino de las soluciones del aislamiento emocional, requerimos hacer contacto con nuestros prejuicios, con los “mapas de rol” que hemos heredado o aprendido. Desde la concientización de estos mapas, podemos iniciar un cambio, un salto que requiere valor, la creación de un ambiente adecuado y una alta dosis de comprensión y paciencia. Nadie que se sienta irrespetado, que considere que será objeto de burla o que tema ver revelados sus más personales secretos a otras personas, abrirá su corazón plenamente.
Para lograr un cierto grado de intimidad emocional hay que trabar amistad, confiar y además, ser confiable para el otro. Sólo así dejamos salir libremente nuestro lado débil, con la certeza de que el juicio externo que recibamos, tendrá una intención y un contenido favorable de comprensión y empatía.
Así como no es favorable comer sin hambre, la intimidad emocional no es algo que pueda obligarse. Es una iniciativa voluntaria que estimula en cada persona el deseo de ofrendar a la relación lo más auténtico y profundo de sí misma. No es posible llegar a ella con culpabilizaciones, presiones o chantajes.
En ocasiones, la ignorancia hace que algunos padres apoyen la represión emocional en sus hijos varones, o que algunas mujeres identificadas con las costumbres machistas, se burlen de sus parejas si éstas se atreven a mostrar rasgos sensibles y tiernos.
Conciencia y educación son, según creo, los ingredientes para resolver los graves problemas de distanciamiento que vive el ser humano. Parte de esa conciencia se relaciona con el sentido y la importancia que tiene una comunicación sana y positiva. Hay que abrir las compuertas del corazón para que las palabras y la caricia amorosa salgan y lleguen hasta nosotros con naturalidad y frecuencia.
Así como las mujeres parecen estar aprendiendo a exhibir mayor determinación, audacia e iniciativa para abordar el reto de vivir dignamente en el mundo, los hombres debemos aprender a guardar la lanza y flexibilizarnos. Se hace urgente que valoremos nuestras emociones más sublimes sin sentir que por ello nos debilitamos o afeminamos.
Afortunadamente, no existe una forma única de ser y actuar, por lo que posturas menos rígidas son aceptadas cada vez más fácilmente. Además, pocas cosas pueden sustituir la maravillosa experiencia de compartir lo que somos, con total libertad, sin sentir miedo, luchar o defenderse. Por lo que vale, hay que intentarlo. Gracias por leerme.
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Renny Yagosesky es: Ph.D en Psicología, Magister en Ciencias de la Conducta,
Licenciado en Comunicación Social, Conferencista y Escritor.
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