Una de las necesidades que experimentamos con más fuerza y frecuencia, es la necesidad de ser importantes. A veces, sin embargo, al no recibir el trato deseado, sufrimos, y experimentamos frustración, culpa o ansiedad, o nos imponemos y creamos conflictos.
Es difícil encontrar alguna persona que no experimente el deseo de ser importante. En el transcurso de nuestra infancia, adquirimos sentido del Yo, el sentido de la identidad personal, y nos orientamos a satisfacer el deseo de ser importantes. Al principio queremos ser importantes para los padres, después para otros familiares y amigos, y con la aparición del impulso sexual, anhelamos ser importarles para personas que nos atraen de manera especial. Incluso en el contexto social y en el laboral, hacemos grandes esfuerzos por ser notados y por destacar.
Esto no es necesariamente negativo, pues ese deseo nos ayuda a conocer a los demás y a conectarnos con ellos, y hasta sirve de motivación para lograr superarnos.
Lamentablemente, la importancia personal tiene un lado negativo, que afecta el bienestar de la persona y de quienes le rodean, especialmente los más cercanos en su radio de acción.
Sucede que algunas personas demandan excesiva atención, trato especial y modos de ser reconocidos, y lo hacen de forma exigente o demandante. Asumen que las personas “deberían” darles trato exclusivo, especial o superior al que reciben otros, y esta conducta suele ser percibida por la mayoría, como desubicada, inadecuada o inmerecida, y con frecuencia, produce respuestas de de rechazo como la indiferencia o la confrontación.
Hay teorías que explican este estilo vincular disfuncional: la más aceptada en psicología es la Teoría del Apego, de Jhon Bowlby. Esta teoría que describe la manera como en la niñez, se forman los patrones de relación que se expresarán a lo largo de la vida. Una de esas maneras de relacionarse, es denominada “apego ansioso” y se relaciona con personas que sufren amargamente, el hecho de no ser amadas o reconocidas. Incluso, evitan relacionarse para no enfrentar el riesgo de rechazo. Estos modos insanos de relacionarse que nacen en el proceso de crianza, pueden originar un deseo exacerbado de atención y afecto.
Albert Ellis denomina este tipo de expectativa como “creencia irracional” y Aaron Beck las califica como “distorsiones cognitivas” o formas de interpretación mental que nos alejan de la realidad y del sentido común y nos restan felicidad.
Incluso hay declaraciones lapidarias como las de Francisco Varela, quien ha dicho que sufrimos por un «yo», que científicamente sabemos que no existe.
Para los budistas, este comportamiento deriva del egoísmo, condición que consideran está en todas las mentes y es causa principal de los sufrimientos humanos.
Para superar esta necesidad extrema de ser importantes y dejar de padecer sus consecuencias, es necesario comprender que:
– Todas las personas tienen cualidades dignas de ser reconocidas como importantes y valiosas
– Los demás no están obligados a satisfacer nuestro anhelo de reconocimiento
– Aquello que no tenemos es porque todavía no hemos hecho los meritos para tenerlo o las condiciones necesarias para ello no se han manifestado.
– Lo que es importante para unos no lo es para otros y además lo que importa hoy puede no importar mañana.
– La necesidad exagerada de ser importante revela un déficit de autoestima que debe superarse. La tarea es amarse y no obligar o exigir a otros que nos amen.
– Por lo general solo recibimos aquello que damos.
– Las personas se sienten mas atraídas por la gente humilde y amable, que por las personas arrogantes y exigentes.
Analice estas reflexiones, considere estas sugerencias y experimentará más bienestar y sus relaciones personales mejorarán gradualmente. Gracias por leerme.
Renny Yagosesky es: Ph.D en Psicología, Magister en Ciencias de la Conducta,
Licenciado en Comunicación Social, Conferencista y Escritor.
Nota: Si va a reproducir este artículo total o parcialmente, agradecemos respetar el Derecho de Autor.