Mucho se ha escrito acerca de la felicidad, como objetivo último y razón esencial de la existencia humana. Se le relaciona con logros materiales, con evolución espiritual, con madurez y con muchos otros aspectos. ¿Qué es la felicidad? ¿Qué tan lejos estamos de alcanzarla? Siga leyendo
Un tema tan complejo como el de la felicidad, no puede sino ser tratado superficialmente en un artículo de tan reducida extensión. Sin embargo, me arriesgaré a bosquejar algunas ideas, para ofrecer un punto de vista sencillo y útil, acerca de cómo acercarnos a la comprensión de la experiencia de la felicidad personal.
En un sentido básico, la felicidad se define como un estado de satisfacción, plenitud o regocijo extendido a las diversas áreas de nuestra vida. Por el contrario, la infelicidad viene a ser un estado interno de insatisfacción, incompletud o frustración, que nos impide experimentar bienestar. La infelicidad suele ser atribuida a la ausencia de amor, de reconocimientos o de logros, aunque algunos como Epícteto, asegura que no son los eventos sino nuestras interpretaciones, las que nos perturban y afectan emocionalmente.
Creo, ampliando la mirada, que la felicidad tiene varios niveles o eslabones. Creo que hay al menos cinco niveles reconocibles de felicidad, alcanzables por ciertos mecanismos de acceso. Estos son: felicidad sensorial, felicidad emocional, felicidad material, felicidad mental y felicidad espiritual. Me explico: De acuerdo con este modelo, al primer nivel de la felicidad, puede llegarse a través de los cinco sentidos. Aquí, nos la gratificación deriva de complacer instintos, necesidades primarias y deseos sensoriales. Un ejemplo, sería comerse un helado u oler una rosa fresca. Se trata de la experiencia del placer en su modo más simple y franco. Este es un nivel primario de felicidad que cambia con las circunstancias, por lo que resulta generalmente fugaz.
Hay otro nivel de felicidad, la felicidad emocional, que se relacionada con los afectos y las relaciones interpersonales que compartimos. Esos momentos en los que recibimos atención y amor son para nosotros momentos felices aunque tienen también duración limitada. Además, depende de lo que otros nos dan.
El tercer nivel es el de la «felicidad material». Esta se basa en los logros y en el significado que por convenio social adjudicamos a estos. Graduarse en el liceo o en la universidad, obtener un trabajo o un ascenso, tener una pareja «bella» al igual que cualquier logro que percibamos como favorable a nuestros valores, criterio o creencias, forman parte de este nivel de gratificación inducida desde afuera. Debido a que lo que hoy es importante para nosotros, puede no serlo mañana, también se trata de un nivel de felicidad pasajera.
Un nivel de felicidad más elevado es de la «felicidad mental». A este se llega cuando la persona considera que su vida ha sido útil, que tiene algún sentido valioso para ella o para otros. Aquí lo importante no son los logros, sino los significados que se les atribuyen. Estudiar, casarse o tener bienes puede no ser relevante si se considera que lo vivido no ha sido satisfactorio. Si no hay sentido de realización, no se ha alcanzado este estadio de felicidad. La relevancia es la clave, y es un factor personal y subjetivo.
El nivel más elevado de felicidad, es el la “felicidad espiritual”, un tipo de felicidad que alcanza quien ha logrado trascender los parámetros de las sociedad como roles o estatus, y ha dejado de apreciar las situaciones de vida como buenas o malas, de ver a la gente como amiga o enemiga, y se ha saltado hacia una visión integradora que lleva a mirar cada persona o evento como parte de un plan, de un proyecto superior que incluye cuanto nos rodea. Aquí encontramos personas alegres, humildes y comprensivas que buscan paz interior; gente que huye de los estereotipos y que expresan altos grados de consciencia personal y social. Dan, pues, lo mejor de sí mismos pues se elevan hasta la cumbre de sus potencialidades. Su presencia pesa aunque no intentan imponerse. Su palabra es sabia aunque no la ostentan. Al verlos, nos sentimos atraídos, comprendidos y confrontados. Suelen ser Maestros o Gurúes. Su perspectiva de la vida es espiritual y esparcen una intención ecológica e integradora, pues han rebasado en buena medida, la dictadura del ego.
Valoran y siguen su intuición, pues saben que hay algo más allá de lo que captan los sentidos, por lo que se empeñan en conectarse con lo más profundo de sus naturalezas. Para ellos, la felicidad sólo es posible en el servicio, en la compasión y en el deseo de mejorar la vida de todos. No creen en la muerte y su contacto con la naturaleza tiene sentido reverencial. Desde su código de funcionamiento todos somos «hijos de Dios» e igualmente importantes.
Su sola presencia es inspiradora y curativa. Son hombres y mujeres que reflejan bondad y nos conducen hacia el amor total. Ellos han experimentado un lado de la felicidad que a nosotros, ojalá y no por mucho tiempo, nos está vedado.
Como vemos, puede hacerse una gradación que nos permite reflexionar el nivel en el cual estamos buscando la felicidad. Unos están en niveles más bajos y otros en niveles más altos. Como dijo una vez una persona: “todos estamos en el camino hacia Dios, solo que a distancia diferente”. Gracias por leerme.
Renny Yagosesky
es PhD en Psicología, Conferencista Internacional y Escritor de Libros de Superación Personal y Psicología Aplicada.
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