Dr. Renny Yagosesky ///
Son muchos los países en los cuales existe una fuerte tradición religiosa y no es raro que las personas tengan una idea clara de lo que significa tener fe. Se piensa que «la fe mueve montañas», que lo que mucho de lo que no se logra es por falta de fe, y se trabaja para desarrollar el poder espiritual, con la idea puesta en que todo es posible para el que cree.
Y aunque no todo logro se deba únicamente a la fe, esta disposición tan especial es un componente valioso cuando se trata de despertar en las personas la motivación y la confianza para lograr metas y resolver problemas. Sabemos por la ciencia, que la práctica de la fe reduce el estrés, mejora la salud y potencia la calidad general de nuestras vidas. Basta con leer el libro de Hebert Benson: “Curados por la fe”, para saber que estamos ante una fuerza prodigiosa.
De hecho, hay métodos e instrucciones que nos muestran cómo incrementar el nivel de nuestra fe. Se nos ha dicho que si imaginamos lo que deseamos como si ya se hubiese realizado y si ponemos emociones positivas e intensas en ese deseo, podemos activar potencias superiores que materializarán nuestros anhelos.
La parte que llama mi atención en esta historia, lo que me ocupa hoy, es la manera como la prédica de la fe ciega, va dejando de lado el significado y el poder que reposa en la acción, en el esfuerzo, en el trabajo duro y consistente. Recientemente, durante una entrevista, alguien me preguntaba mi opinión sobre una “tuit” que sugería trabajar menos pero de manera más inteligente. Mi respuesta incluyó los dos factores: es cierto que en muchos casos el uso de la inteligencia puede reducir el esfuerzo, por vía del uso de la tecnología o de soluciones más ingeniosas y creativas.
Sin embargo, pienso como Mandino, Meyer, Peale, Carnegie y otros autores clásicos de la superación personal, que nada puede sustituir el trabajo como la esencia del aprendizaje y del logro. Veamos: Una madre de 3 muchachos, no puede evitar tener que conseguir el alimento para sus hijos, estar pendiente de ellos, dedicarles tiempo y estar vigilante para evitar que se pierdan por malos caminos. Un gerente de empresa no puede dejar de planificar, ordenar, supervisar tareas y medir los resultados, si quiere lograr y mantener un alto estándar de calidad. Un atleta que busque alcanzar el nivel olímpico, deberá entrenar diariamente y con tesón, para superarse paso a paso hasta llegar al punto de merito que lo haga elegible para esa aspiración. Un médico que labore en una sala de emergencias, en un país con una criminalidad elevadísima como la nuestra, tendrá trabajo abundante y duro, y de su seriedad profesional dependerá en muchos casos, quienes viven o mueren. Esa dama que va al gimnasio para bajar de peso y tonificar su cuerpo, tendrá que desarrollar un régimen de ejercicios y dieta, si no quiere perder el tiempo y el dinero que ha invertido.
No es posible para la mayoría de las personas abordar sus trabajos, oficios y profesiones con relajación, sino con esfuerzo. Incluso si aman lo que hacen, eso no los exime de librar una batalla contra la mediocridad, el agotamiento, el aburrimiento y la flojera. Pensemos que hasta los novios más enamorados, cuando ya llevan tiempo casados, llega un día en el que dudan si tomaron la decisión correcta.
Mi mensaje es simple: no basta la fe para lograr metas, no basta la fe para llegar alto, no basta la fe para realizarse, no basta la fe para trascender. El optimismo cómodo, la fe inactiva, se han convertido en excusa cómoda, en una práctica de demagogia vacía que debe ser revisada y posiblemente eliminada. El niño se esfuerza para poder caminar, el pollito se esfuerza para romper la cáscara del huevo que lo contiene, la mariposa se esfuerza para romper el capullo y alzarse con su primer vuelo, la madre se esfuerza para traer al mundo una nueva vida, el estudiante se esfuerza para presentar su tesis de grado, el emprendedor se esfuerza para ganarse un espacio en el competidísimo mundo empresarial.
Valoro la fe, soy un optimista a toda prueba, pero creo que debemos retomar el concepto del trabajo comprometido y sostenido, el mérito creciente que se necesita para vencer las ilusiones que prometen darnos algo a cambio de nada, para zafarnos de los discursos que nos invitan a soñar que una fuerza intangible responderá así como así, a esas peticiones que muchos formulan desde la pasividad y la inercia.
Encendamos la lámpara de la fe, claro que sí, pero que sea para iluminar el camino que tendremos que recorrer si queremos ser auténticos ganadores de un mejor porvenir. Como dice la antigua frase: “Ayúdate que yo te ayudaré! Gracias por leerme.
El Dr. Renny Yagosesky es Ph.D y MSc. en Psicología Lic. En Comunicación Social y autor de 6 libros de Superación Personal.