EL MASOQUISMO COTIDIANO

Dr. Renny Yagosesky

Desde que el sexólogo Richard Krafft Ebing utilizó el término masoquismo para referirse al individuo que siente placer sexual a través del dolor, se han tomado más en serio los diversos aspectos relacionados con los comportamientos autodestructivos. Muchos autores han escrito sobre el tema y hemos podido gracias a ello revisarnos y buscar en nuestro interior las claves de la pérdida y recuperación de la autoestima.

Uno de quienes ha trabajado el tema, orientándolo hacia la relación de pareja, es el doctor David Brandt, quien en su libro «La relación sadomasoquista», nos ofrece una visión sobre la forma como algunas personas atraen el sufrimiento. El los ha llamado, los «masoquistas cotidianos», por la actitud persistente y consecutiva de autocastigo que los caracteriza.

Para Brandt los masoquistas cotidianos son víctimas naturales, gente que se las arregla para encontrar y participar en relaciones dolorosas de dominio y sumisión. Se caracterizan porque se infligen sufrimientos, se obsesionan con el fracaso y la desaprobación, exageran sus errores, dudan de su capacidad y se someten a la voluntad de otros de forma crónica.

Además, sabotean sus propios deseos y se sienten impotentes para cambiar. Tienden a repetir el mismo ciclo de manera compulsiva sin ver otras posibilidades generalmente disponibles; se autocritican y se niegan la posibilidad de mejorar, pues desconocen que con su voluntad podrían trasformar sus limitadas vidas. Emocionalmente, deambulan entre la culpa y el miedo.

Desde esta perspectiva, el autor nos ofrece cuatro tipos de masoquistas cotidianos: Los perfeccionistas, los complacientes, los mártires y los evasores. Sobre los perfeccionistas nos dice que son estrictos, que se esfuerzan más de lo necesario, se preocupan, sufren ante los cambios y temen de manera obsesiva perder el control, lo que los hace agresivos e imponentes.

Los masoquistas complacientes, son personas exageradamente compasivas y viven preocupados por los demás. Se esfuerzan por parecer simpáticos para ocultar sus temores y dependen mucho de la aprobación externa, por lo que se adaptan a todos con tal de no llevarles la contraria y ser criticados o abandonados. Casi siempre se disculpan por lo que hacen.

Los masoquistas mártires son del tipo quejumbroso que hablan de lo mal que les va, y de lo mucho que la vida los maltrata. Es típico que exageran sus sufrimientos y se auto compadezcan. Actúan como víctimas, son testarudos y no admiten fácilmente sus errores. Se tragan la rabia y experimentan frecuentemente envidia por el éxito ajeno.

Los masoquistas perfeccionistas, son personas cautelosas, muy autoexigentes, difíciles de contentar, obsesionados con los detalles, que persiguen metas difíciles de alcanzar, buscan controlarlo todo y cuando fallan se frustran, se critican y se deprimen. Creen que solo un desempeño sobresaliente es meritorio y no se perdonan los errores. Además, trabajan en exceso y pierden la visión de conjunto que les llevaría a una vida más plena. a pesar de ser muy capaces, suelen vivir llenos de insatisfacciones.

Los masoquistas evasores, finalmente, se caracterizan por comportamientos hiperactivos y ansiosos. Tienden a ser adictos a la comida o al alcohol o, por el contrario, alejados, de apariencia ingenua, indecisos, distraídos, y casi siempre sufren enfermedades psicosomáticas.

Como vemos, es una tendencia de muchos actuar de manera auto flagelante, desde una baja autoestima, es decir, desde una reducida conciencia de nuestras capacidades y una clara desconfianza e inaceptación de lo que somos. Cuando rastreamos los orígenes de este síndrome, vemos esencialmente, causas psicosociales como: aprendizajes infantiles traumáticos, modelaje de padres autodestructivos y un entrenamiento en búsqueda de aprobación a través de acciones negativas, típico de quienes no han recibido afecto y respeto a temprana edad.

Frente a este panorama, surgen cuatro condiciones necesarias para superar esta tendencia de auto sabotearse y atraer a nuestra vida dosis diarias de sufrimiento voluntario: deseo, compromiso, paciencia y valentía.

El deseo: sin un fuerte y sincero deseo de superación que impulse al cambio, lo que se haga terminará por ser abandonado apenas aparezcan los primeros obstáculos. Debe disponerse de la actitud determinada de crecer, de cambiar de mejorar, de renunciar a ser víctima. El deseo es un poderoso motor del cambio personal. Querer es el primer paso para poder hacer y sostener.

El compromiso: es importante que ese deseo vaya acompañado de un compromiso serio y realista, pues sin compromisos toda acción resulta fría, transitoria o falsa. Diferente es cuando aceptamos la responsabilidad con nuestra vida y con cada uno de los pasos que damos o las acciones que acometemos.

La paciencia: es un factor clave, ya que es requerido abandonar las soluciones mágicas e inmediatistas que aspiran a una salida en un día o dos. Hay que actuar con convicción y determinación, y además, saber esperar que los cambios se produzcan con su ritmo natural, sin apresurarlos ansiosamente, y con la claridad de quien sabe que crecer requiere un tiempo.

La valentía: es el otro factor, pues no hay cambio sin valentía. Esto es así, pues desafiar nuestros hábitos y romper un sistema amañado de vínculos con otras personas, traerá reacciones que demandarán una postura firme. Además, pasar por terrenos desconocidos nos genera dudas y temores. Hay que retar el miedo con la fe puesta en que es posible lograr el cambio. Y a mi entender, es posible.

De manera que, si desea usted saltar a un nivel de conciencia superior y mejorar la calidad de su vida, es posible hacerlo, siempre que deje de maltratarse, de sabotearse, de burlarse de sus valores.  Hay salidas, hay caminos y aquí he presentado algunas ideas del Dr. Brandt útiles para quienes ya se cansaron de vivir sufriendo. Muchas veces, si se quiere, se puede. Gracias por leerme.

Renny Yagosesky es PhD y MSc en Psicología, conferencista, Escritor y Asesor empresarial

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