El ser humano es, en esencia, un ser de hábitos. Es dado a la repetición de conductas, incluyendo las perjudiciales, pues estamos biológicamente programados para la repetición de las conductas que nos resultan útiles.
Esta tendencia repetitiva, tiene una intención positiva, que es la de ahorrarle esfuerzos a nuestro cerebro, que vive obsesionado con ahorrar energía y apoyarse en lo que le resulta conocido. Este afán lo lleva a crear modos automáticos de funcionamiento en los que poco o nada se requiere de la participación de procesos conscientes.
De esos hábitos, uno de los menos favorables es el hábito de preocuparse. La preocupación es, en esencia, la acción de imaginar que nos veremos afectados por situaciones futuras negativas. La personas preocupada, cree que su conducta tendrá malas consecuencias o que sus deseos positivos no se cristalizarán. Así, nos preocupamos por la edad, por llegar tarde, por los hijos, la salud, la estabilidad, por agradar y ser aceptados, y por mil cosas más.
La preocupación puede ser eventual, (un estado pasajero relacionado con alguna situación específica) o manifestarse como una disposición estable y recurrente, como un rasgo que permea todas las áreas de nuestra vida.
Para superar el habito de preocuparse, es necesario comprender que una cosa es lo que la mente nos dice y otra muy diferente la realidad que muestran los hechos. Por lo que es necesario poner en duda el panorama nefasto que la preocupación nos vende.
También es muy útil enfocarse voluntariamente en el momento presente, en la experiencia directa y no en un supuesto y catastrófico futuro.
Una estrategia bastante eficaz, consiste en aplicar lo que Albert Ellis denominó: cuestionamiento filosófico, que no es más que preguntarnos si mantener esos pensamientos nos produce o no felicidad.
Finalmente, es importante tomar previsiones, pues la preocupación disminuye si se cuenta con un plan que aminore los riesgos, mientras que la improvisación y la ausencia de una estrategia para abordar las situaciones, tiende a incrementarla.
Estas actitudes y prácticas, desplegadas regularmente, potencian nuestra confianza y debilitan cada vez más la tendencia al pensamiento pesimista. Gracias por leerme.
Renny Yagosesky es Ph.D y MSc. en Psicología, Conferencista y Escritor.
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