Dr. Renny Yagosesky
Los seres humanos somos seres sociales que dependemos de otros para formar vivir armónicamente en pareja, familia o comunidad. En ausencia de personas, nuestra vida se torna árida y poco gratificante. Eso nos lleva a formar vínculos constantemente y a querer influir en los demás, en un ejercicio de influencia que normalmente llamamos liderazgo.
A veces contamos con apoyo voluntario de quienes nos rodean, para lograr satisfacer nuestras necesidades. Cuando eso no ocurre, nos toca convencerlos. Esto puede hacerse por una vía ética, sin dejar de considerar las necesidades de las personas, o se puede acudir a la manipulación, y enfocarnos en lo que nosotros pretendemos e ignorando los requerimientos de los demás. La primera vía encaja en la modalidad “ganar-ganar”, mientras que la segunda entra en el esquema “yo gano-tú pierdes”.
Visto conceptualmente, la manipulación es un proceso de persuasión amañada, que busca controlar o dominar a las personas para que hagan nuestra voluntad y renuncien a la suya. De modo que podemos lograr nuestras metas aunque afectando los valores y metas, incluso la autoestima de otras personas.
Para el escritor James Readfield, autor del exitoso libro: “La Novena Revelación”, los manipuladores son “ladrones de energía”, que intentan obtenerla ganando discusiones y sometiendo a los otros a sus designios. Por eso, afirma Readfield, en las discusiones, el que gana queda fortalecido y el que pierde queda debilitado.
Las estrategias de manipulación más frecuentes, son: la racionalización, la indiferencia, la seducción, la culpabilización, la amenaza y el engaño. En la racionalización se usan los análisis intelectuales y pseudocientíficos para convencer de una supuesta verdad; la indiferencia nos quita atención y afecto para presionarnos, la culpa ataca nuestro lado moral, la amenaza nos activa el miedo, el engaño tuerce la verdad y muestra ficciones, y la seducción intenta encender el deseo y generar emociones y sensaciones. Los que actúan como víctimas, los sacrificados y también los salvadores compulsivos, son potenciales manipuladores.
Para neutralizar el efecto de la manipulación, debemos tomar precauciones, detectar sus estrategias, alejarnos a tiempo, decir un “No” asertivamente, razonar y cuestionar sus premisas, expresiones y exigencias, pues el manipulador quiere que no pensemos para dominarnos. Debemos ser más autónomos, menos dependientes para evitar que tomen control de nuestras decisiones; establecer acuerdos claros y convertirnos en nuestros propios jueces; proteger la información privada; y alejarnos de los impositivos y agresivos. Esa es la ruta y el antídoto. Lo que queda es conectar las alarmas y ponerse en acción. Gracias por leerme.